jueves, 20 de febrero de 2014
Un Picasso de más de un millón de euros en la feria de ARCO
De obligada visita sera el stand de Leandro Navarro . Exibe Compotier boutellie et verre de PABLO PICASSO, valorada en 1.250.000 euros, asi como una pieza de Joan Mirò de 1943 a 750.000 euros, y dos de Juan Gris.
viernes, 14 de febrero de 2014
ARCO 2014
Se volverá a contar con un espacio para el debate en torno a la actualidad creativa y el mercado del arte. Comisarios, artistas, coleccionistas, directores y representantes de museos, centros de artes e instituciones culturales, críticos y otros profesionales de prestigio se darán cita para intercambiar ideas y proyectos y establecer relación con las galerías participantes ampliando la red de contactos.
También prestigiosos profesionales, intelectuales, artistas, filósofos y fundaciones participarán en interesantes mesas redondas y encuentros. Estas plataformas de reflexión brindarán la oportunidad de compartir reflexiones, intercambiar experiencias y debatir nuevas propuestas. Además se inaugurará, de forma paralela a la Feria, un "Foro sobre Coleccionismo".
En la fotografía, obra del artista Niko Luoma que expondrá a través de la Gallery Taik Persons (Helsinki, Finlandia).
jueves, 13 de febrero de 2014
Miquel Barceló, Premio Nacional de Arte Gráfico 2014
Madrid.
El artista Miquel Barceló ha sido galardonado con el Premio Nacional de Arte
Gráfico 2014, concedido por la Calcografía Nacional (Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando) y que el año pasado fue otorgado a Jaume Plensa. El jurado ha reconocido con este galardón "la dedicación y trayectoria" de Miquel Barceló en el "mundo de la estampa y el arte gráfico durante mas de 30 años".
Este premio, instituido en 1933, tiene el triple objetivo de reconocer la labor de los creadores que se dedican al grabado y técnicas afines, impulsar su practica y estimular el coleccionismo de estampas.
sábado, 8 de febrero de 2014
La mina de las 7.000 obras de arte
Soldados estadounidenses examinan el cuadro 'Jardín de invierno' de Edouard Manet, hallado en la mina de sal de Altaussee. / EFE
Faltó muy poco para que la mina de sal de Altaussee, a una hora de Salzburgo, se convirtiera en mayo de 1945 en la tumba de centenares de obras de arte de Rubens, Miguel Ángel, Tintoretto, Rembrandt, Vermeer, Leonardo da Vinci o Goya. En los estertores de la II Guerra Mundial, una unidad especial de las fuerzas armadas estadounidenses apodada Monuments Men protagonizó en aquella excavación uno de los hallazgos culturales más importantes del siglo XX. Encontraron alrededor de 7.000 obras de arte robadas por los nazis por toda la Europa ocupada. El rescate de este tesoro —en el que había piezas de incalculable valor como La Madonna de Brujas, esculpida en mármol por Miguel Ángel, o el retablo La adoración del Cordero Místico,de Jan van Eyck— había sido una trepidante carrera contra el reloj en la que a punto estuvo de saltar todo por los aires.Parte de lo que sucedió en aquellos días lo cuenta ahora The monuments men, la nueva película dirigida por George Clooney, que se estrena hoy en la Berlinale y se podrá ver a partir del 21 de febrero en España. Pero lo cierto es que ninguna de las escenas ha sido rodada en los impresionantes escenarios originales, que apenas han cambiado desde entonces, sino en los estudios Babelsberg de Postdam y en exteriores alemanes. El filme destaca el heroísmo de un grupo de historiadores de arte, directores de museos y restauradores, especialmente estadounidenses y británicos, que debía localizar y recuperar obras de arte desaparecidas durante la guerra. Pero la realidad es muy distinta: cuando ellos llegaron, el peligro ya había pasado. Eso es lo que cuenta el periodista Konrad Kramar en su libro Mission Michelangelo.
La cantera de sal escondía obras de Rubens, Miguel Ángel o VermeerUn día después de la capitulación de Alemania, el 9 de mayo, el grupo se adentró en uno de los principales enclaves de la llamada Fortaleza Alpina, que los aliados consideraban el último bastión de la resistencia nazi. En este remoto e idílico pueblo de los Alpes austriacos se habían escondido en los últimos meses de la II Guerra Mundial algunos de los principales líderes nazis, como Ernst Kaltenbrunner, jefe de la Oficina General de Seguridad del Reich (de la Gestapo), y Adolf Eichmann, uno de los más infames responsables del Holocausto. En realidad, trataban de pasar inadvertidos y escapar de los aliados. Con ellos se llevaron todo el oro y riquezas que habían robado, mayoritariamente, a familias judías exiliadas, deportadas o asesinadas. Cuando el grupo llegó, no hubo resistencia militar, ni de guerrillas. Solo puestos abandonados, soldados desorientados, una población temerosa y una mina de sal llena de obras de arte. Un acopio destinado a formar parte de un viejo sueño de Hitler: el Museo del Führer de Linz.
El expolio había comenzado en 1938 con obras procedentes de museos, iglesias, galerías, grandes y pequeñas colecciones privadas mal pagadas o simplemente expropiadas a sus propietarios judíos. Al principio, Hitler las almacenó en algunos museos y en sus residencias y oficinas en Alemania. Pero acabó trasladándolas a las minas cuando su imperio empezó a tambalearse. El tesoro nazi empezó a rodar en trenes y camiones hacia Altaussee ya en el otoño de 1943 y no dejó de hacerlo hasta casi el final de la guerra.
Cuando británicos y estadounidenses llegaron, el peligro ya había pasado
En la locura apocalíptica de los últimos meses, Hitler había ordenado la aniquilación total de los recursos del Reich para no dejar nada en manos de los aliados. Sus seguidores más fanáticos cumplieron sistemáticamente las órdenes mientras otros meditaban la táctica apropiada para cambiar de bando y venderse a los aliados. Estas dos posturas colisionaron también en Altaussee. La máxima autoridad de la región, el ferviente nazi August Eigruber, estaba dispuesto a obedecer hasta el final a su Führer y tras el suicidio de Hitler consideró que las obras de arte almacenadas en la mina debían ser destruidas. Ordenó a las SS colocar en la excavación ocho cajas con media tonelada de explosivos cada una
Los mineros, entre los que había desde nazis convencidos hasta amigos de la resistencia que se escondían en las cimas alpinas, empezaron a inquietarse. Movidos por el afán de salvar la mina que les había proporcionado el sustento durante tantos años —en ningún caso pensaban en las obras de arte— se pusieron manos a la obra. Dos de ellos, Hermann König (con contactos en la resistencia) y Alois Raudaschl (miembro del partido nazi) tuvieron la idea desesperada de recurrir a la ayuda del propio jefe de la Gestapo: Kaltenbrunner. El gerifalte se encontraba aquellos días con su amante en su villa de Altaussee y Raudaschl contactó con él a través de su amiga, Iris Scheidler, mujer del ayudante de Ernst Kaltenbrunner. El jefe de la Gestapo escuchó al temeroso minero y dio permiso inmediato para sacar las bombas de la mina, imponiendo su autoridad sobre la del responsable de la región Eigruber. Conscientes de la falta de tiempo y del riesgo de la acción, los mineros se apresuraron y consiguieron sacar las bombas en la mañana del 4 de mayo. Para evitar que los soldados de Eigruber pudieran provocar otros daños, colocaron explosivos en las diferentes entradas de la mina, que en tres horas quedó sellada y protegida.
Cuadros y esculturas empezaron a llegar en camiones en otoño de 1943
Fueron días y horas de gran confusión en las que muchos trataron de cambiar rápidamente el carné del partido nazi por otro de la resistencia. Kaltenbrunner pensó que tal vez su ayuda en el salvamento de la mina y de las obras de arte le serviría frente a los aliados. No fue así; su responsabilidad en la barbarie era demasiado grande y fue condenado a muerte en Nuremberg.
Al final de la guerra, Hitler ordenó la aniquilación de los recursos del ReichCon el trabajo hecho por los auténticos salvadores, cuyos descendientes en su mayoría desconocían hasta hoy su heroicidad, los Monuments Men pudieron sacar el tesoro de la mina e iniciar la tarea de transportar y devolver las obras de arte. Un trabajo que todavía hoy no ha concluido. Algunas obras de arte siguen huérfanas sin que nadie sepa con certeza quién es su auténtico propietario.
Faltó muy poco para que la mina de sal de Altaussee, a una hora de Salzburgo, se convirtiera en mayo de 1945 en la tumba de centenares de obras de arte de Rubens, Miguel Ángel, Tintoretto, Rembrandt, Vermeer, Leonardo da Vinci o Goya. En los estertores de la II Guerra Mundial, una unidad especial de las fuerzas armadas estadounidenses apodada Monuments Men protagonizó en aquella excavación uno de los hallazgos culturales más importantes del siglo XX. Encontraron alrededor de 7.000 obras de arte robadas por los nazis por toda la Europa ocupada. El rescate de este tesoro —en el que había piezas de incalculable valor como La Madonna de Brujas, esculpida en mármol por Miguel Ángel, o el retablo La adoración del Cordero Místico,de Jan van Eyck— había sido una trepidante carrera contra el reloj en la que a punto estuvo de saltar todo por los aires.Parte de lo que sucedió en aquellos días lo cuenta ahora The monuments men, la nueva película dirigida por George Clooney, que se estrena hoy en la Berlinale y se podrá ver a partir del 21 de febrero en España. Pero lo cierto es que ninguna de las escenas ha sido rodada en los impresionantes escenarios originales, que apenas han cambiado desde entonces, sino en los estudios Babelsberg de Postdam y en exteriores alemanes. El filme destaca el heroísmo de un grupo de historiadores de arte, directores de museos y restauradores, especialmente estadounidenses y británicos, que debía localizar y recuperar obras de arte desaparecidas durante la guerra. Pero la realidad es muy distinta: cuando ellos llegaron, el peligro ya había pasado. Eso es lo que cuenta el periodista Konrad Kramar en su libro Mission Michelangelo.
La cantera de sal escondía obras de Rubens, Miguel Ángel o VermeerUn día después de la capitulación de Alemania, el 9 de mayo, el grupo se adentró en uno de los principales enclaves de la llamada Fortaleza Alpina, que los aliados consideraban el último bastión de la resistencia nazi. En este remoto e idílico pueblo de los Alpes austriacos se habían escondido en los últimos meses de la II Guerra Mundial algunos de los principales líderes nazis, como Ernst Kaltenbrunner, jefe de la Oficina General de Seguridad del Reich (de la Gestapo), y Adolf Eichmann, uno de los más infames responsables del Holocausto. En realidad, trataban de pasar inadvertidos y escapar de los aliados. Con ellos se llevaron todo el oro y riquezas que habían robado, mayoritariamente, a familias judías exiliadas, deportadas o asesinadas. Cuando el grupo llegó, no hubo resistencia militar, ni de guerrillas. Solo puestos abandonados, soldados desorientados, una población temerosa y una mina de sal llena de obras de arte. Un acopio destinado a formar parte de un viejo sueño de Hitler: el Museo del Führer de Linz.
El expolio había comenzado en 1938 con obras procedentes de museos, iglesias, galerías, grandes y pequeñas colecciones privadas mal pagadas o simplemente expropiadas a sus propietarios judíos. Al principio, Hitler las almacenó en algunos museos y en sus residencias y oficinas en Alemania. Pero acabó trasladándolas a las minas cuando su imperio empezó a tambalearse. El tesoro nazi empezó a rodar en trenes y camiones hacia Altaussee ya en el otoño de 1943 y no dejó de hacerlo hasta casi el final de la guerra.
Cuando británicos y estadounidenses llegaron, el peligro ya había pasado
En la locura apocalíptica de los últimos meses, Hitler había ordenado la aniquilación total de los recursos del Reich para no dejar nada en manos de los aliados. Sus seguidores más fanáticos cumplieron sistemáticamente las órdenes mientras otros meditaban la táctica apropiada para cambiar de bando y venderse a los aliados. Estas dos posturas colisionaron también en Altaussee. La máxima autoridad de la región, el ferviente nazi August Eigruber, estaba dispuesto a obedecer hasta el final a su Führer y tras el suicidio de Hitler consideró que las obras de arte almacenadas en la mina debían ser destruidas. Ordenó a las SS colocar en la excavación ocho cajas con media tonelada de explosivos cada una
Los mineros, entre los que había desde nazis convencidos hasta amigos de la resistencia que se escondían en las cimas alpinas, empezaron a inquietarse. Movidos por el afán de salvar la mina que les había proporcionado el sustento durante tantos años —en ningún caso pensaban en las obras de arte— se pusieron manos a la obra. Dos de ellos, Hermann König (con contactos en la resistencia) y Alois Raudaschl (miembro del partido nazi) tuvieron la idea desesperada de recurrir a la ayuda del propio jefe de la Gestapo: Kaltenbrunner. El gerifalte se encontraba aquellos días con su amante en su villa de Altaussee y Raudaschl contactó con él a través de su amiga, Iris Scheidler, mujer del ayudante de Ernst Kaltenbrunner. El jefe de la Gestapo escuchó al temeroso minero y dio permiso inmediato para sacar las bombas de la mina, imponiendo su autoridad sobre la del responsable de la región Eigruber. Conscientes de la falta de tiempo y del riesgo de la acción, los mineros se apresuraron y consiguieron sacar las bombas en la mañana del 4 de mayo. Para evitar que los soldados de Eigruber pudieran provocar otros daños, colocaron explosivos en las diferentes entradas de la mina, que en tres horas quedó sellada y protegida.
Cuadros y esculturas empezaron a llegar en camiones en otoño de 1943
Fueron días y horas de gran confusión en las que muchos trataron de cambiar rápidamente el carné del partido nazi por otro de la resistencia. Kaltenbrunner pensó que tal vez su ayuda en el salvamento de la mina y de las obras de arte le serviría frente a los aliados. No fue así; su responsabilidad en la barbarie era demasiado grande y fue condenado a muerte en Nuremberg.
Al final de la guerra, Hitler ordenó la aniquilación de los recursos del ReichCon el trabajo hecho por los auténticos salvadores, cuyos descendientes en su mayoría desconocían hasta hoy su heroicidad, los Monuments Men pudieron sacar el tesoro de la mina e iniciar la tarea de transportar y devolver las obras de arte. Un trabajo que todavía hoy no ha concluido. Algunas obras de arte siguen huérfanas sin que nadie sepa con certeza quién es su auténtico propietario.
martes, 4 de febrero de 2014
Una obra de Juan Gris se vende por el récord de 41 millones de euros
LA OBRA DEL ESPAÑOL - JUAN GRIS - SE VENDIO EN LA SALA DE CRHISTIES EN LONDRES por el precio record de 41,4 millones de euros -
El oleo que pinto el madrileño en 1915 , una naturaleza muerta , mide 1,16 metros de altura por 89,30 de ancho.
El oleo que pinto el madrileño en 1915 , una naturaleza muerta , mide 1,16 metros de altura por 89,30 de ancho.
viernes, 31 de enero de 2014
India despega en el arte asiático
El subcontinente reclama su lugar en el arte y disputa a China el trono de las últimas tendencias
En medio del centro comercial del barrio de Saket —no muy lejos de unos multicines donde se anuncian
con cientos de luces de colores películas de esas que se ven en la televisión
local, el estilo Bollywood que ha cautivado a Occidente los últimos
años— los visitantes se tropiezan, de forma inesperada y sorprendente, con la
obra sofisticadísima, geometrizante y espiritual de Nasreen Mohamedi, artista
nacida en Karachi en 1937, protagonista pues de la guerra indo-paquistaní y,
como tantos indios, viajera sistemática y de formación inglesa. Ahí están,
incongruentes en su delicadeza, tan cerca del ajetreo del centro comercial,
esas obras suyas con regusto a Agnes
Martin, geometría minimalista y poética en su fórmula para encontrar la
libertad a través de la repetición
Con algo zen y algo sufí, muy espirituales en todo caso, los
dibujos a lápiz y tinta de esta clásica de la modernidad india —una de las
pocas mujeres en esa línea de trabajo, además, dentro y fuera de su país—
buscan inspiración entre la geometría de los telares, representados en las
fotos expuestas también en la muestra de la capital india. Ni fechas ni títulos
en la producción de Mohamedi: continuidad casi ritual que en la muestra Una
mirada hacia el infinito transporta al visitante a un tiempo suspendido y
al margen del bullicio de Delhi, la ciudad viva donde coches, motos, peatones y
rickshaws… parecen chocarse a cada paso y donde el nudo se desenreda
súbito y todo vuelve al origen, ese origen que a su modo perseguía Mohamedi,
fallecida hace más de diez años
Quizás por esa razón, por la sorpresa del encuentro en un
lugar tan imprevisible para los occidentales, o porque las ocasiones de ver
tantos de sus dibujos juntos son escasas, la experiencia es más apasionante si
cabe que en Reino Unido, en alguna de cuyas galerías se ha podido admirar a
Mohamedi. El mérito es de una coleccionista, no solo entre las más importantes
del país, sino muy dedicadas al arte contemporáneo: Kiran Nadar. Su centro, el Museo de Arte Kiran Nadar,
privado pero sin ánimo de lucro, patrocinado por la Fundación Shiv
Nadar y abierto en enero del 2010, muestra en estos días, junto a la exposición
de Mohamedi, a siete artistas, Sheba
Chhachhi, entre otros nombres. Se trata, pues, de un ejemplo privilegiado
para el coleccionismo indio que poco a poco vuelve la mirada hacia el arte
contemporáneo y que, a través de las iniciativas privadas, trata de paliar el
aún escaso interés hacia este tipo de arte por parte de las instituciones
públicas.
De hecho, si el coleccionismo siempre ha existido en India,
la mayor parte de las grandes colecciones se han centrado en arte clásico o
premoderno y, a veces, hasta en áreas de interés muy restringidas —desde juegos
de ajedrez hasta manuscritos. En Delhi siempre se ha comprado y se ha vendido
arte, comentan todos, aunque personajes como la propia Kiran Nadar o Lekha
Poddar —otra de las grandes coleccionistas— y su hijo Anupam Poddar han
cambiado el perfil al uso por un mayor interés hacia el arte contemporáneo. Se
puede ver en la muestra de la
Fundación de Arte Devi, lugar vinculado a los Poddar,
comisariada por el colectivo Raqs, auténticos agitadores culturales, artistas,
comisarios... siempre retando al sistema, nunca diana fácil, que llevan veinte
años animando el panorama artístico contemporáneo de la capital india, incluso
cuando dicho panorama no existía siquiera.
Poco a poco, el coleccionismo
vuelve la mirada a lo contemporáneo
Estuvieron presentes en la exposición Fetiches
críticos del Centro Dos de Mayo de Móstoles y regresarán en una
individual al mismo centro los próximos meses. Los artistas de la muestra en la Fundación Devi
proponen sobre todo eso que interesa a Raqs: cierto “arte relacional” que en
algunos casos se hace poético. Ocurre con el trabajo de la joven artista Astha
Butail, quien plantea un juego de cadáver exquisito en unos cuadernos-libro
frágiles y maravillosos, a su modo continuación de la delicadeza milenaria de
un país donde no solo se acumulan los mejores químicos y matemáticos, sino
lleno de propuesta novedosas en el mundo del arte.
Así, pintores clásicos como el elegante Jamini Roy,
hasta hace poco codiciados por los coleccionistas más tradicionales en las
galerías más tradicionales —como la India Art
Gallery—, empiezan poco a poco a compartir espacio con artistas jóvenes
—lo demuestran algunas de las galerías de Mumbai, según muchos, una de las
ciudades más activas para el arte actual. Pese a todo Delhi es un lugar
privilegiado de transacción, el sitio donde buena parte de la acción ocurre.
La Tate ha creado un fondo para comprar obras producidas en
Asia
Allí y, claro, en Londres. Si la Tate ha empezado al crear un
fondo semejante al constituido hace algunos años para comprar arte de América
Latina —justo cuando esa parte del mundo empezaba a hacerse visible—, el reto
para el museo inglés ahora es adquirir obra producida en Asia, mientras las
grandes casas de subastas se preparan para una venta de arte de esa área
geográfica en los próximos meses. Teniendo en cuenta la restricción a la hora
de exportar obras de más de cien años en el caso de la India, habrá tal vez una
buena parte dedicada a los maestros clásicos de la modernidad e incluso a
artistas contemporáneos.
Desde luego, son muchas las cosas que están pasando en el
mundo del arte en India y buena muestra de ello es la recién estrenada bienal de Kochi en
Kerala, la primera del país, que reúne a creadores como K. P. Reji, Paris
Viswanathan o Subodh Gupta. Artistas como Alfredo Jaar o Ernesto Prieto, entre
otros, han ido invitados, propiciando ese diálogo de la India Art Fair de Delhi, que acaba de celebrarse
en la capital y donde es este año notable las ausencias de las grandes europeas
o americanas, salvo algunas excepciones como la Galerie Lelong con
una selección interesante de mujeres artistas. Pese a todo, es curiosa la
apuesta de dichas galerías por obra, sobre todo gráfica, de artistas de la
vanguardia. Los coleccionistas indios son, comentan con frecuencia allí, más
conservadores a la hora de apostar por el arte internacional, si bien poco a
poco la situación podría estar cambiando. Sea como fuere, se trata de una feria
joven, llena de energía, capaz de congregar a aficionados y público en general,
como los niños de las escuelas que la visitan. Nature Morte, Exhibit 320, Volte o Arts
Musing son algunas de las que presentan su obra en la feria.
Tomando dicha feria como excusa se ha celebrado además el
Premio Skoda 2012 para el Arte Indio Contemporáneo, de cuyo jurado ha formado
parte el artista sudafricano William Kentridge y del cual este año ha sido
ganador el joven pero consagrado internacionalmente Tallur L. N., con una obra
presentada en el Dr. Bhau
Daji Lad, el Museo de la ciudad en Mumbai, cuya directora honoraria, la
historiadora y comisaria Tasneem Metha, se halla también muy vinculada al
consejo de redacción la revista ArtIndia, esencial para la escena en
el área.
No muy lejos del Museo Kiran Nadar, justo enfrente de los cines
que anuncian puro Bollywood y subiendo una calle en la cual el peatón se pelea
con coches y motos, está Khoj, un espacio regentado por artistas donde se ha
puesto en marcha un programa de artistas en residencia. En el edificio
rehabilitado se cruzan trabajos y experiencia y, una vez más, la ciudad se
expande. India despega y quizás deje pronto atrás a China. Se trata, además, de
un país apegado a las tradiciones, refinadísimo y lleno de energía: gran futuro
por delante. Así que solo cabe esperar que no sea manufacturado como ha
ocurrido con otros casos —y en especial con China— por parte de las
instituciones europeas. Ojalá se deje a India respirar con su luminosa mirada
hacia el infinito.
sábado, 21 de diciembre de 2013
ARTE PRIVADO, galeria de arte - Feliz 2014
imagen obra de Pablo Picasso
ARTE PRIVADO, galeria de arte - extiende sus deseos para estas fechas de tanta consideracon familiar.
Los buenos proyectos que sueñan se lleven a cabo en el 2014. Que todos disfruten de la vida, a traves de sus conocimientos y piensen en agradecer siempre, lo poco o mucho que poseen.
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